Tras una gran crisis mundial, mayor es el compromiso.

Tras una gran crisis mundial, mayor es el compromiso.

26/05/2020

La globalización de los mercados hizo que la industria bananera mundial creciera dos y media veces más en volumen de ventas en los últimos 30 años. Esto surgió a comienzo de los años 90 con la apertura de las economías y la libre circulación de bienes y servicios a nivel mundial. Esta etapa trajo cambios muy importantes en la demanda de la industria, entre ellos, la apertura de los mercados de Europa del Este, el Mediterráneo Oriental y el norte de África, así como la apertura de los mercados de Irán, Irak, Rusia y China.


Otro cambio significativo fue el avance de las telecomunicaciones y expansión de la conectividad, que facilitó el comercio a gran escala alrededor del globo. La aparición de un canal moderno de comercialización en los mercados desarrollados ha permitido tener mayor penetración, el famoso supermercadismo por su potente modelo de ventas, a través de los años ha logrado participaciones superiores al 70% en las cadenas de distribución en economías desarrolladas.


La transportación por medio de contenedores prácticamente sustituyó a los barcos reefers y se ha convertido, por su costo y escala, en la preferencia del comercio mundial bananero. A todos estos grandes cambios se suma cuantiosas inversiones hechas en los países productores para dotarse de nuevas tecnologías buscando mayor productividad, y recursos que permitan mejores prácticas socio ambientales. Esto ha convertido a la industria bananera en una de las mayores generadoras de divisas y empleo en las áreas rurales de los países de América Latina, dentro de los cuales lidera el Ecuador.


COVID-19, nuevos desafíos para el sector.

Cuando el sector bananero ecuatoriano no pasaba de su preocupación por la aparición de un brote en Colombia del Mal de Panamá Raza 4 y su posible afectación para la subsistencia de la industria, llega este virus silencioso, pero letalmente contagioso llamado coronavirus. Este virus, además de su importante afectación a la salud pública, golpea los cimientos de la globalización y la libre circulación de las personas, base fundamental del gran crecimiento del consumo en los mercados a nivel mundial. Indudablemente los cambios no se harán esperar, unos positivos y otros negativos, pero lo que si será un denominador común es el incremento de costos en bioseguridad, la pérdida de eficiencias en los procesos y transporte, y un significativo y comprensible ausentismo donde se requiere de trabajo presencial.


En el corto plazo hemos tenido que reaccionar ante los cierres de mercados y la pérdida de valor del producto, especialmente en los mercados mayoristas que son las bases de los hoteles y comercios cerrados por las cuarentenas obligatorias en los diferentes países. El canal retail sufrió en un primer momento por la alarma del cierre de fronteras y después por la confusión en el transporte para abastecer las cadenas; en cambio creció por el pánico de abastecerse en los primeros momentos, para después estabilizarse gracias a la activación de los canales en líneas para mantener sus tiendas abiertas durante el periodo de aislamiento.


Lo que es una tremenda interrogante es cómo será el verano para la industria en donde el ciclo normalmente es bajo por la competencia de la fruta de temporada del hemisferio norte, sin embargo, considerando los problemas que tiene la agricultura en países desarrollados por la falta de mano de obra de los migrantes como producto del aislamiento en sus países y el cierre del tráfico de fronteras podría darse un fenómeno contrario.


En el mediano plazo.

Retornar a la normalidad no va a ser fácil, lo que quiere decir que el consumo en el canal mayorista estará supeditado al restablecimiento de los comercios, hoteles y turismo, muchos de los cuales presentarán dificultades financieras y otros no podrán continuar, lo que traería una consolidación del mercado. Hay que considerar también que la crisis de empleos en los hogares va afectar al consumo, lo cual generaría movimientos más lentos de inventario que los productores y exportadores tendrán que afrontar para poder colocar y cobrar el producto a sus clientes, lo que implicaría mayores riesgos en este canal.


En cuanto al canal moderno (supermercados), estos deberán hacer sus evaluaciones de riesgos y seguramente diversificarán más sus orígenes para evitar tener un rompimiento en su cadena de abastecimiento en casos extremos, y valorarán a aquellos proveedores que pudieron cumplir su demanda durante la crisis. Así mismo, la trazabilidad del producto seguramente será más estricta. Los supermercados hoy más que nunca estarán siendo observados en cuanto a las medidas de seguridad que se toman en su cadena de valor para asegurar que el personal esté protegido frente al riesgo de contagio.


En el largo plazo.

Si hay algo que se dice, es que el consumidor ha aprovechado la cuarentena forzada para mejorar sus hábitos de consumos optando por productos frescos y nutritivos. Por otro lado, crece y se torna constante la preocupación de trabajar con empresas que demuestren responsabilidad social con la comunidad, cuidado por el planeta y por la salud de sus trabajadores. 


La cadena de valor deberá fortalecer los departamentos de salud para dar aún mayor atención a su gente y monitorear su estado de salud permanentemente. La trazabilidad de los alimentos será un pasaporte de ingresos a los mercados. Se intensificarán los canales de venta digitales y el uso de herramientas inteligentes para poder atender a los mercados, lo cual traerá la creación de nuevos empaques y presentaciones. 


Finalmente, como resultado de esta experiencia, los productores, exportadores y todos los miembros de la cadena deberán de tener mejores planes de gestión de riesgos y continuidad de negocios para convertirse en actores confiables de la cadena. Si hay algo que debemos de aprender a futuro es que los errores cometidos por falta de una mayor previsión no pueden volver a cometerse, y esto significará inversiones o diversificación de proveedores nacionales de servicios para garantizar el normal funcionamiento de la cadena.


El reto es grande, pero el compromiso es mayor.

Es indudable que tendremos un consumidor más preocupado por la seguridad personal y del producto, más conocedor de quién lo produce y cómo se lo maneja a través de la cadena de valor. Las plataformas digitales y las ventas en líneas continuarán siendo de gran ayuda para evitar aglomeraciones y prevenir nuevos brotes mientras no se consiga una vacuna definitiva.


Los problemas de falta de empleo como consecuencia de la crisis sin duda afectarán la capacidad de consumo de las familias y esto impactará en la demanda en los mercados en el corto plazo. En el mediano plazo dada la ingente cantidad de dinero inyectadas en las economías desarrolladas se podrá ver un crecimiento de esas economías y un despertar del consumo. 


La crisis económica de los países en el corto plazo perjudicará a los negocios y al mercado de mayoristas, muchos de ellos no podrán subsistir, lo que resultará en la consolidación y redistribución de los canales, especialmente en economía emergentes.


Del lado del productor y exportador estamos conscientes que la salud es lo primero, pero hay que reconocer los impactos en costos operacionales debido al uso de protocolos de protección para evitar posibles contagios. El ausentismo de personal es una realidad en el campo, puertos, patios, transporte, sumado a las ineficiencias en el rendimiento de plantas y empacadoras a fin de mantener las necesarias normas de seguridad. 


El Ecuador, a diferencia de otros países productores, no tiene moneda propia y su economía se ha venido encareciendo y burocratizando en los últimos años, lo cual ha afectado la competitividad del sector. Es por esto que es necesario que pasemos de un modelo de producción extensivo a un modelo intensivo tecnológicamente, que nos permita enfocarnos más en productividad para mejorar nuestra competitividad.


El sector bananero ecuatoriano ha aprendido que no es hora de trabajar cada quien por su lado y que un trabajo colaborativo de sus gremios a nivel público-privado es el camino idóneo para conseguir cambios significativos en el largo plazo. Tarea pendiente queda en buscar una sinergia a nivel latinoamericano para una participación activa en los diferentes mercados internacionales en temas de impacto a nivel comercial, social, ambiental, normas de seguridad, etc. El intercambio de información y el trabajo coordinado nos llevará a tener un mejor equilibrio en las relaciones de mercado y producción.

Pero a pesar de las grandes dificultades, el sector bananero ecuatoriano está decido, no solo a mantener la cadena funcionando como ya lo hace, sino a continuar siendo un referente de la industria, capaz de adaptarse a los cambios y seguir desarrollándose en todos los ámbitos del negocio con un profundo sentido de responsabilidad social y ambiental. Nuestra determinación radica en el compromiso que tenemos con nuestro país y con las miles de familias alrededor de toda la cadena productiva del banano, para aportar a su desarrollo a través de la generación de divisas y una mejor calidad de vida. Nos impulsa también la misión de abastecer al mundo de una de las frutas más ricas y nutritivas; y en Reybanpac nos sentimos orgullos de alimentar sanamente a los hogares con banano de la más alta calidad y con altos estándares de seguridad y responsabilidad. 


El banano ecuatoriano se ha caracterizado a lo largo de los años por ser un producto social y muy resiliente ante las crisis, hoy no será la excepción. Nuestra visión es clara y caminamos hacia ella. 


Vicente Wong, CEO Reybanpac.